EPIDEMIOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

sábado, 17 de marzo de 2018

   Hemos llegado a entender la mayoría de las causas de las epidemias que nos asolaron. Los virus y las bacterias han sucumbido a nuestra ciencia. En la batalla contra el cáncer se hacen denodados esfuerzos, investigando sus causas, buscando los errores genéticos, la biología y la química del desorden en el crecimiento tumoral.

   Sin embargo, de la epidemia de la violencia no tenemos mas que voces que se alzan en su denuncia, pocos logros, pocas acciones para su erradicación. ¿Acaso sabemos algo acerca de su origen? Es posible que forme parte tan íntima de la esencia del Hombre que es en vano tratar de hacerla desaparecer. Ante los hechos más horrendos exclamamos: ¡El mundo se ha vuelto loco! Pero el mundo es así desde su inicio. Desde la muerte de Abel a manos de su hermano. En cada uno de los periodos del Hombre le han acompañado hechos violentos. Ahora que hemos llegado por fin a la Civilización (esto lo afirmaron otros muchos antes), que hemos conquistado el mundo del Saber y el Desarrollo, nos sigue acompañando como un maldito estigma imposible de borrar.

   ¿Cuál es el origen de este mal? ¿Por qué los Hombres matan a sus mujeres? ¿Por qué se golpean y violan niños? ¿Por qué se asesina, somete o abandona a nuestros iguales? Tantos porqués, tantas realidades cotidianas nos quitan el aliento y la esperanza, nos sentimos intimidados. La conclusión puede ser que la maldad habita en nosotros de forma natural. Pero la gran mayoría de nosotros no comete actos horrendos. Quizá consentimos con nuestra pasividad que el mundo sea injusto, desigual, pero de ahí a sentirnos malvados hay un trecho. Es decir, existen personas buenas y otras malas. Esta, puede ser una conclusión final, una solución al intrincado jeroglífico que supone desvelar la verdad oculta en la negrura del alma del Hombre. Así pues, atendiendo a la anterior premisa, la solución más inmediata puede ser la de apartar los malos de los buenos.

   Si escuchamos a las víctimas o a sus familias, si vemos su dolor (amplificado por los medios de “información”), si conocemos las opiniones que se vierten sin filtro en redes sociales, esas dudas quedarían borradas, veríamos esta propuesta como inevitable.

   Si una sociedad evolucionada, dotada de leyes que persiguen la Justicia Social se queda en la superficialidad de la solución simple, si cedemos al clamor popular enardecido, si nos dejamos llevar por el dolor, la rabia o la venganza, entonces construiremos un sistema perverso. Los legisladores no pueden tener como asesores a las víctimas, ellas están demasiado dañadas. Tampoco entenderíamos que fueran los criminales quienes dictaran la norma. Es importante dotar a los jueces de leyes, de formarles para que empaticen con la víctima y también posibiliten una sociedad justa, no podemos caer en el odio como sistema.

   Es obsceno ver como se amalgaman intereses electorales con el horror legítimo de la buena gente, agitando previamente la información que utiliza el morbo como cebo para ganar audiencia. Es simplemente cínico e hipócrita pensar que se puede legislar bajo la presión de un sentimiento social a flor de piel, bajo la mirada de quien tiene todavía las heridas sangrantes.

   Para combatir el cólera, la viruela, el tifus, el VIH… no ha servido apartar a los enfermos, repudiarlos, encerrarlos. La epidemiología nos enseña que su solución está en la prevención y el tratamiento. Vacunarnos contra la violencia no puede hacerse aplastando al violento. La cura vendrá de lo que genere condiciones para la paz. La Ley debe enseñar, no sólo castigar, su función no es únicamente punitiva si no que pretende reconducir los errores. Ni la pena de muerte, ni las cadenas perpetuas, ni la ejecución pública pueden resarcir a las víctimas y desde luego no pueden erradicar a los violentos. La violencia desde los Estados siempre ha generado en la Historia más violencia.

   La solución, la vacuna, el remedio a la locura, al terrorismo, a la violencia machista, a la pederastia sólo puede venir de la Justicia, de la Equidad, de la Educación. Las soluciones fáciles, populistas, son prueba de la incompetencia, de la falta de interés en buscar verdaderas soluciones. Sólo buscan réditos personales, son cortinas de humo que nos confunden, que pretenden distraernos de las verdaderas causas que subyacen en el problema y que la Epidemiología nos enseña.

   Yo voto por la derogación de la cadena perpetua.

"Savages"
Marina and the Diamonds