LOS PAYASOS DE LA TELE

domingo, 10 de diciembre de 2017


   ¿Gabi, Fofo, Miliki y Fofito? No, otros mejores. 

   La televisión es gracias a nuestros políticos un circo. Trapecistas sin red, domadores de las más exóticas leyes, saltimbanquis del verbo, acróbatas de la verdad, magos e ilusionistas, pero sobre todo payasos.

   En todos los partidos políticos podemos encontrar ejemplos de idioteces mayúsculas, pero sin duda alguna el Partido Popular nos ha regalado perlas en los últimos años que eclipsan completamente a los mejores clowns de todos los tiempos (Estoy seguro que Gila incorporaría algunos de sus recursos al teléfono, Chiquito de la Calzada daría varios pasos atrás y adelante con el consiguiente "condemor" al son de sus chanzas… ). Sus comentarios pueden hacer palidecer de vergüenza tanto como provocar un ataque de hilaridad que nos congestione el rostro. Y lo han hecho con tanta naturalidad que al menos hay que reconocerles el mérito de ser magníficos actores.

   Luis Bárcenas, su transformación de ejecutivo engominado a ex presidiario, mostrando a las cámaras el dedo más largo de su mano, abandonado por los de su clase y adoptado por los presos que le hicieron cambiar su signo de un solo dedo por los cuatro en que reconocía su pertenencia a aquel módulo 4 de Soto del Real. Ahora ya en silencio, pese a prometer más actuaciones. ¡Qué lástima!

   Mariano Rajoy que pasó de sus incondicionales mensajes de apoyo hasta un patético reconocimiento de que en los papeles de Bárcenas era todo falso “menos algunas cosas” y sufrió posteriormente un ataque de amnesia que no solo le hicieron olvidar aquellas cosas sino que no le permitían recordar el nombre de quien las anotó. Escribió él sólo un capítulo ignominioso de aquello que un hombre de estado no puede permitirse, los silencios que delatan, las actuaciones desde el plasma, la inacción como movimiento.

   María Dolores de Cospedal, ha estado siempre ahí para que no nos faltara nunca la seguridad de que es necesaria de nuevo la introducción en la LOMSE (o como se llame ahora) algún curso de dialéctica. Si educación para la ciudadanía no era más que puro maquillaje de la voluntad de adoctrinamiento Zapatista según nuestro ex ministro Wert (que nunca dejaremos de tener en nuestro recuerdo), que se introduzca la ética y la poética en el Bachillerato. Su discurso de la indemnización en diferido será recordado para siempre como uno de los hitos de la literatura suburbana. Todas las escuelas de periodismo seguramente lo tomarán como modelo de cómo se puede parecer que se está hablando de algo y acabar sin saber que se ha dicho, ni por el propio emisario.

   Alfonso Rus, ese hombre bajo, con marcados rasgos de hombre del pueblo, campechano, con un gracejo natural, que invita a compartir unas risas y unas cervezas con él, cayó en desgracia por unas insignificantes conversaciones grabadas a traición en que contaba con naturalidad los euros a repartir. Tal cual como en un programa de Epi y Blas nos iba enseñando a contar hasta el doce y con gran satisfacción hacía el cambio a pesetas: "dos millons de peles". ¡Impagable documento! Pero no menos grande que ver en imágenes al actor de reparto Marcos Benavent sobrevenido a santón tibetano, arrepentido de la cosa nostra que en vez de aplicarse la omertà se transforma de yonkee del dinero en pájaro cantor. El esperpento de Valle Inclán superado por la triste realidad de España.

   Rodrigo Rato y Blesa, magníficos ejemplos de transformismo profesional, desde su posición de brillantes ejecutivos, del financiero más cotizado por los gobiernos y por el fondo monetario internacional, al ignorante más palurdo que es incapaz de ver anormalidad alguna en el uso de las tarjetas black, capaz de utilizar como estrategia precisamente la ausencia de conocimiento en la materia que había liderado años antes, solo le faltó responder al juez : Eh! ¿Mande?

   Esperanza Aguirre, cazatalentos profesional de grandes talentos de la corrupción, nos ha regalado continuos momentos de hilaridad. Moviéndose magistralmente entre la comicidad, la crítica mordaz del que ve muy bien la paja del ojo ajeno y el escapismo para no ensuciar su imagen de condesa inmaculada. Los últimos episodios que protagonizó tras su reincidente dimisión fue su oferta de ser alcaldesa para sustituir a la inefable Ana Botella (que merece un capítulo especial por su "relaxing cup con café con leche" y otras proezas) la han encumbrado a las más altas cimas del cinismo y la hipocresía. La esperpéntica Aguirre convertida en sacerdotisa conocedora de los arcanos de la adivinación, nos revelaba nuestro infausto futuro si cedíamos al poder de la malévola Manuela Carmena. Y por fin la han echado, por que ella no se ha ido, la ha despedido su propia ineptitud in vigilando.

Los de su charca siguen regalándonos momentos impagables, empezó a croar Francisco Granados y le siguieron entre otros Ignacio González convertido de héroe a villano en un abrir y cerrar de ojos, sus conversaciones con otro insigne “valenciano”, el gran Zaplana (Temo más que al trueno, las grabaciones de lo que nos falta por oír) son esclarecedoras, les falta la nariz roja para ser más auténticas.

¿Qué más se puede esperar de estos prohombres?

   Dicen que todo esto ya es pasado, que olvidemos aquello sucedido hace tanto, que son tiempos nuevos. Pero me resisto a perder de vista aquel talento con el que han amenizado nuestras vidas.

   Si bien, ahora que vamos a dos pistas con el espectáculo del Procés en paralelo, se nos desdibuja tanto gracejo, tanta ocurrencia, tanto arte que puede acabar oscureciendo al mismo Cirque du Soleil. Nos queda la función del 21-D.

   Además en el panorama internacional hay algún que otro clown de pelo amarillo que seguro no nos defraudará. El circo nacional agradece la injerencia y las cortinas de humo que oculten los errores en la pista.

   La Tele es un suma y sigue que nos mantendrá entretenidos hasta el fin de los tiempos o hasta el comienzo de un tiempo nuevo, sin corruptos ni payasos políticos.


   Dios dirá.

Miguel Poveda. A ciegas