CÍRCULOS CERRADOS

sábado, 23 de diciembre de 2017

   Él estaba allí mirando al viejo asomado a la ventana. Si se fijaba en su figura, todavía podía recordar la de aquel hombre que fue. Un hombre bueno podría decirse. Nunca hizo daño a sabiendas. No entraba en su conciencia, ni en su estilo. Trabajador, educado, inteligente, compañero. Nada de aquello quedaba si no en el recuerdo de los que le conocieron. Pero el recuerdo es siempre frágil como el cristal. Cada cual tiene sus propios problemas. Cada vida exige unos tributos y no se puede estar para saldar cuentas de otros. Él estaba allí mirando a su padre y no podía huir, por los lazos de sangre, por la conciencia que le inculcó aquel hombre o simplemente porque no podía abandonar en la intemperie del tiempo a un compañero de viaje. Manuel había sido un buen médico. Todavía recibía notas de agradecimiento por correo, felicitaciones por Navidad. ¿Es que aún había gente que escribía por Navidad? Serían personas que pertenecían a otra época, quizá a otra dimensión, pero desde su mundo no podían dejar de agradecer el trabajo de aquel hombre. Reconocían que su vida estuvo en sus manos y sus manos se posaron sobre ellos para llevarles paz y para sanarlos. Eso no puede olvidarse fácilmente. Si alguna vez olvidamos las manos que nos levantaron, estaremos muertos. Su hijo desde el quicio de la puerta no podía dejar de mirarlo. Recordaba tantas cosas… su mente retrocedía en el tiempo como en un viaje astral al pasado. A los primeros días, al oscuro rincón del pensamiento que guarda los recuerdos imperecederos. Aquel día de Reyes, la noche anterior en que su madre preparaba la paja y las algarrobas para los Magos, en una cesta pequeña con una cinta roja alrededor. La misma cesta que amanecía al día siguiente repleta de dulces, como por encanto, transformada como una Cenicienta. Junto a ella los regalos. El tambor, el mono de los platillos, el coche eléctrico, daba igual, todo le hacía abrir los ojos de par en par. La emoción de rasgar el papel y descubrirlo. Allí estaba aquel hombre junto con su madre que ya los dejó hace tiempo, animándolo a que lo abriera, sorprendiéndose de la hermosura del regalo, prestándose a los juegos. Por eso tenía que permanecer ahora dispuesto a soportar el revés que la vida traía. El círculo se cerraba, pero a la vez se preguntaba si quedaría incompleto, si no habría más círculos concéntricos, si alguna vez tendría a alguien mirándolo a él en su decrepitud.

   Esperaba que no.

   Pero no podía dejar de preguntarse ¿Quién era en realidad aquel viejo?. Acaso si alcanzara a saberlo ¿Le daría fuerzas para continuar?¿Cerraría la cuadratura del círculo?


Depedro y Vetusta Morla - Diciembre